Al considerar nuestra vida espiritual, a menudo tendemos a verla de una manera abstracta y vaga, lo que puede dificultar el discernimiento preciso de qué acciones son necesarias para nuestra transformación y crecimiento espiritual.
Sin embargo, esto no supuso ningún problema para San Gregorio de Nisa. En una de sus homilías, el santo explica:
“Piense en el hierro, que en un momento está oscuro y deslustrado y al siguiente, una vez quitado el óxido, brilla y reluce intensamente al sol. Lo mismo ocurre con el núcleo interno del hombre, al que el Señor llama corazón. Ha estado en lugares húmedos y sucios y está cubierto de manchas de óxido; pero una vez quitado el óxido, se recuperará y se parecerá una vez más a su arquetipo (Jesús). Y así será bueno, ya que lo que se parece al bien debe ser el bien mismo. Quien es puro de corazón es bienaventurado porque, al ver su propia pureza, ve el arquetipo reflejado en la imagen”.