De la obra, El Salmo de Fraile Franco, Carmelita, de San Jorge Preca
El alma que llega a conocerte, oh Señor, siempre está contenta de su suerte porque en ti ve el gobierno de todas las cosas.
Abel te reconoció y fue víctima de la envidia por el honor que solía darte.
Job te reconoció y se sometió a tu voluntad y confesó que todo es tu voluntad excepto el pecado.
Abraham, nuestro padre, te reconoció y en sacrificio te entregó su corazón y a su hijo para agradarte.
José, hijo de Jacob, te reconoció y declaró que nada puede obstaculizar los designios de tu providencia.
Moisés te reconoció y cantó la gloria de tu grandeza, Señor, Dueño de todo y de todos.
Samuel te reconoció y declaró que donde no hay obediencia nada te agrada.
David te reconoció y derramó ríos de lágrimas con el arrepentimiento de su corazón.
Elías te reconoció y trabajó con gran celo para darte a conocer entre los hombres.
Daniel te reconoció y afirmó que no hay confusión para quienes confían en ti.
Los santos, nuestros hermanos, te reconocieron y te dieron el honor que mereces:
no buscaron el proprio bienestar en nada, no se deleitaron en nada excepto en ti y sufrieron opresiones para servirte fielmente.
La gloriosa Virgen María, te reconoció y su alma te engrandeció y te proclamó poderoso y santo.
José, el casto esposo de María, te reconoció, y adoró en el silencio y en la pureza de su corazón los justos e insondables decretos de tu providencia.
Pablo de Tarso reconoció a ti y a tu Hijo Jesucristo, y los anunció a ambos por todo el mundo.
Los pecadores os resisten porque no te conocen. ¡Si te conocieran verdaderamente, darían hasta la vida por ti!
Tal vez María Magdalena, Zaqueo, la mujer samaritana y los demás pecadores que te conocieron, ¿no te lo dieron todo y no guardaron nada para sí mismos?
Y es por eso que el alma que te reconoce, a pesar de ser colmada de pecado, se siente atraída hacia ti y no se sustrae de ti.