¡La vida del fundador, San Jorge Preca, estaba repleta del amor de Dios! Lo enseñó incansablemente a través de sus escritos y de la palabra, en las plazas parroquiales, en las calles y, muy especialmente, en los centros SDC. ¡Qué ejemplo a seguir!
Unos años después de fundar la Sociedad, Preca se dirigió a pie para precisamente esto: encontrarse con los socios y los niños en uno de los centros de la SDC. Éste se convertiría en un paseo extraordinario para Preca, experimentando una visión estupenda, como él mismo la describiría más tarde. En el camino vio a un niño, al parecer de unos doce años, tirando de un carro con un saco de estiércol atado. En un momento dado, este niño se volvió hacia Preca y con voz autoritaria le ordenó: “¡Ayúdame!”. Aunque un poco desconcertado, con calma y sin miedo, el fundador estiró los brazos y comenzó a empujar el carro y su carga de estiércol, con el propio niño tirando.
Al reflexionar profundamente en esta visión, Preca comprendió que el niño de doce años que tiraba del carro era Jesús, quien a esa edad se encontraba en el templo entre los Ancianos judíos, el carro y el estiércol representaban a su Sociedad, y él estaba detrás empujando. El fundador estaba convencido de que no estaba solo; los miembros de la SDC estaban allí con él, empujando y confiando en quien marcaba el camino.
Hoy en día, el Señor todavía empuja a la Sociedad hacia nuevas misiones, y los miembros de la SDC todavía empujan el carro para que más personas abracen la Buena Nueva. ¡San Jorge Preca llama fervientemente a los miembros de la SDC a seguir empujando el carro y a vivir la vocación de la SDC y su carisma único! A la extensa familia de amigos de la SDC, ¡por favor mantengan a los miembros de la SDC en sus oraciones, para que nunca dejen de cumplir su llamado y testimonio al pueblo de Dios!